El viernes 7 de febrero del año 1958, La Voz de Galicia publicaba este artículo de Pablo Picasso. Literal decía…
“Alguien me ha preguntado por qué perspicaces hombres de negocios pagan cientos de miles de libras por obras de arte moderno. Les diré que una de las razones es porque son perspicaces. El otro día un hombre pagó 100.000 libras en una subasta de París por un Gauguin. ¿Cree que es mucho? El tal hombre tiene en su colección otros Gauguins, y por el solo hecho de haber pagado más de 100.000 libras por este otro, ha subido el valor del resto. El hombre al que batió en la postura le llamó por teléfono para darle las gracias. Tiene cinco Gauguins y gracias al precio alcanzado, se había hecho en cinco minutos más rico de lo que mucha gente en cinco años.
El mismo Paul Gauguin lo hubiese comprendido, porque en París fue corredor de Bolsa, antes de convertirse en pintor.
Pero puede que usted diga: ¿Por qué es el arte moderno la inversión que no pueden resistir? ¿Por qué es este el símbolo y no otro? Claro, puede usted decirme que nadie se ha decidido aún a decorar una casa con un fajo de acciones; puede comprar oro, pero un lingote es solo un pisapapeles. ¿Por que no joyas o casas?. La verdad es que el arte no es, naturalmente, solo una inversión, un símbolo monetario. Es además algo a lo que no se puede poner precio.
Les diré por qué la gente compra obras de arte. Una de las razones es que, en el arte, si realmente es tal, el espíritu inconsciente de un hombre, el artista, habla al espíritu de otro, el admirador de la obra, y le dice: esto es la obra del hombre y la causa de que la máquina no logre nunca alcanzar su posición; es nuestro sufrimiento y nuestro amor, por eso tenemos hijos; esto es la vida misma. Todo lo demás son alardes pretenciosos. El arte es la antítesis del romanticismo. El arte es algo de lo que no podemos escapar… Es el aspecto más crudo de la misma vida.
Una segunda razón es que el arte, el auténtico arte, no puede predecirse.
Me han dicho que en América hay una máquina que puede escuchar mil discos de Beniamino Gigli y grabar en su memoria de robot cada matiz de su voz; después quizá se deleite en C’est si bon y pueda luego tocar para usted, salida de su mecánica memoria, C’est si bon cantada por Gigli.
¿Le hace sentirse mal tal idea? De esta forma se producirá el arte académico en el mañana: pondrán la técnica en un rincón de la máquina y el tema en otro, el artefacto se encargará de proporcionarle el adecuado paisaje. Así, efectivamente, ha sido siempre llevado a cabo el trabajo académico. Y cuando digo académico me refiero a todos esos pintores y escultores que no buscan la creación, sino que se limitan a copiar a otros.
El pintor académico es un mono.
El pintor académico es el que ha almacenado en su mente -y muy mal- la técnica de los artistas. De una obra de arte del pasado saca una obra monstruosa para el presente. No es más que un mono, y hay todo un mundo de diferencia entre un discípulo y un cuadrumano. En la Academia de Bellas Artes de Barcelona, siendo yo alumno de ella, me dijeron que era mejor que me fuera, porque yo no deseaba ser un simio.
La única diferencia entre la máquina del futuro y el pintor académico de nuestro tiempo, es que este último robot está hecho de carne y hueso ¿o no?.
No habrá mecanismo capaz de reproducir un Picasso.
Una tercera razón para que la gente compre obras de arte es que estas son algo inacabado, y el hombre está cansado de mercancías terminadas. Un retrato puede terminarse; una obra maestra queda siempre inacabada. El artista ha agotado el tema, pero otro -tal vez el mismo diez años más tarde- encontrará nuevas posibilidades en él, un nuevo cuadro. Otro tanto ocurre con el espectador. Donde el artista terminó, el espíritu del observador puede empezar el viaje. Lo que está acabado no puede ser arte, porque el arte es vida y lo finito es muerte. La última pincelada de un cuadro académico pone fin al tema. Es como un tiro de gracia.
El arte es vida, no belleza.
Yo dejo que mis asuntos sigan viviendo. Cuando un hombre compra un buen cuadro obtiene un trozo de vida… por solo dinero. Cuando compra arte, auténtico, no adquiere mera técnica, ni el descubrimiento del artista de insospechadas bellezas en objetos desechados. ¿Por qué esta pasión por la belleza? ¿Es la vida hermosa? ¿Lector, eres acaso bello?.
La vida es maravillosa, terrible. Nos hace infelices, pero nos asimos a ella desesperadamente. La vida es arte. El arte es vida, no belleza. Por eso cuando un hombre compra arte no quiere hermosura, sino vida, con todos sus microbios. Aprenda a amar la fealdad de las cosas tanto como su belleza. Cuando descubra que nada es repugnante, ni siquiera usted mismo, que no existen ni la belleza ni la fealdad, se habrá liberado. ¿Puede usted mirándome cara a cara decirme que no hay vitaminas en los desperdicios?.
En un cuadro clásico es posible reconocer el tema, pero el pintor pudo haber sido una maquinaria y lo fue en efecto. En un cuadro de Picasso, usted ve perfectamente que fue Picasso quien lo hizo.
Dicen que soy incapaz de producir arte clásico ¿Qué me dicen de mis hijos? No son tal vez obras clásicas? ¿Acaso no hay arte en ellos? ¿No es precisamente a causa de ellos que cuando veo una cáscara de naranja arrojada por el mar a la orilla, me hace pensar en el embrión de un niño? ¿Qué son mis cerámicas, sino música hecha arcilla?
¿No es el arte más apreciado que nunca en esta era de los robots? Supongamos que París, el Louvre incluido, fuera arrasado con bombas atómicas. Pues bien, en el tiempo que me fuese dado estar aquí, si los visitantes me dejasen trabajar tranquilo, podría llenar de nuevo el Louvre de pinturas. Pero si no estuviese ¿qué pasaría?.
Seguramente creerán que peco de falta de modestia al hablar de mí mismo en tales términos. Pero si fuera inducido al silencio por mi propio genio, ¿dirían que soy humilde? Cuando un artista es modesto es porque tiene motivos para serlo.
¿Quiere mi consejo? El arte abstracto es para los pájaros. El arte abstracto es vibración, no construcción. Un artista debería coger la realidad, modelarla a su antojo y venderla para dar de comer a sus hijos.
El arte es la moneda de lo infinito; nunca se desvaloriza. Lo sé porque soy muy rico, como me corresponde.
Se puede hacer arte de cualquier cosa -un pez sobre la arena, bramante, piel, alambre, no importa, con tal de que sea algo real-.
¿Y si estuviera encarcelado?, me han llegado a interrogar. Pintaría con mi húmeda lengua sobre el polvo.
Arte es lo único que se puede comprar sin burlarse de uno mismo.
Su espléndido automóvil se parará algún día. Una vez usé un modelo de juguete para hacer la cabeza de un gorila, usando los faros como orificios para la nariz; de esa forma, al menos para mí, tenía un significado.
Nada perdura, pero siempre habrá Louvres en el mundo, mientras la mente sea humana y haya Picassos para llenarlos.
Los que preguntan «¿por qué la gente perspicaz compra arte?», deberían interrogarse ellos mismos.
¿Por qué hago tal pregunta? ¿Es tal vez que soy un necio?.”
Pablo Picasso, viernes 07 de febrero de 1958.
Artículo de opinión | La Voz de Galicia.
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