Ismos, el nuevo espacio cultural de Madrid.
Mi abuelo fue panadero. Hombre humilde, madrileño, obligado a combatir repartiendo chuscos en el bando republicano, y un lector empedernido. El fue quien me llevaba a la “Cuesta Moyano” a cambiar tebeos y enseñarme a apreciar el aroma del papel antiguo, a mirar portadas de libros que me hacían soñar con parecerme a Simbad el Marino o Robinson Crusoe y quien, también, cuando yo era niño, me leía con infinita paciencia lo que comprábamos sentados juntos en la verja del Jardín Botánico.
La Cuesta de Moyano es el nombre popular con el que se conoce a la calle de Claudio de Moyano de Madrid, famosa por las casetas de venta de libros (muchas de ellas de libreros de viejo, o de segunda mano) que están instaladas en perpendicular a la Glorieta de Atocha. Es la única calle de la capital destinada en exclusiva a la venta de libros, peatonalizada, que ahora sumará a sus casi cien años de actividad comercial un nuevo recinto estable con el que el Ayuntamiento pretende revitalizar la zona. Una cafetería cultural. O al menos así lo denominan los promotores del proyecto para destacar su afán dinamizador de la lectura y de actividades asociadas a las letras y el intercambio de ideas, un impulso que los libreros vienen reclamando desde hace tiempo como acompañamiento a un negocio de salud frágil que no pasa por su mejor momento.
Comparto con Baudelaire que “mi patria es mi infancia”, y mis libros mi bandera.
El tiempo de mirar el móvil, de responder whatsapp, descargar lo último de lo último, criticar, geolocalizarse, opinar online, y mil características que hoy nos definen, son incompatibles con el placer de pasear y leer, de detenerse a ojear libros, a tomar un cafecito… y la idea de Territorio Moyano, a mi al menos, me parece extraordinaria.
Allende del mar, hoy nostálgico con mi tierra, me llega del Ayuntamiento que el espacio lúdico sale a concurso y verá la luz en el tercer trimestre de este año, y su estructura modular y adaptable a las condiciones meteorológicas albergará un servicio de cafetería, un espacio escénico triangular en el que realizar presentaciones y eventos diversos y una grada semicircular destinada al público que será extensible en los meses de verano. La nueva construcción estará dotada de grandes ventanales en una fachada que permanecerá abierta durante los días cálidos y dejará a la vista las casetas de venta de libros y el trasiego de paseantes.
La inspiración en las tertulias literarias que florecieron el siglo pasado en distintos cenáculos madrileños queda patente en el nombre de la cafetería: “Ismos”, el sufijo que Ramón Gómez de la Serna, padre de las greguerías y uno de los miembros más ilustres de aquellos encuentros de intelectuales, convirtió en un libro para catalogar los movimientos de vanguardia que afloraron en el primer tercio del siglo XX. Un libro moyano.
Libros cuesta Moyano.
Belén Llera, directora general del área municipal de Museos, Archivos y Bibliotecas, dice que “la importancia de recuperar para el imaginario de la ciudad la cuesta de Moyano como espacio de lectura y literatura es la aspiración última, combinando un servicio de cafetería con actividades culturales para acercar otra vez al público hacia el libro antiguo y la lectura”. A pocos metros, el Jardín Botánico, Reina Sofía, El Prado, El Retiro, el Thyssen, regalando sueños para preservar la forma de vida del enclave y reanimar el pulso cultural de Madrid.
La memoria de Gómez de la Serna estará presente en el espíritu del futuro local, pero fue uno de sus compañeros de tertulia en el café de Pombo, el pintor e intelectual José Gutiérrez Solana, quien inmortalizó la cuesta de Moyano en el libro Madrid callejero (1923). En uno de sus pasajes ya lamentaba que el público “pase indiferente ante los puestos de libros viejos y llene los barracones del cóndor de los Andes, el Circo y el teatro del ventrílocuo”. Hoy los competidores son otros, pero el reto de acercar al público a los libros persiste.
A mi abuelo Antonio, y mi abuela Petra, les hubiera encantado la idea.