No todos desarrollamos igual los sentidos.
Este post es un homenaje a Emilio. Un amigo de mi infancia que nació invidente. Los niños son crueles –somos- muy crueles, y mientras que todos maltratábamos lápices y papeles, Emilio nos “observaba”. A su manera, pero de igual modo, crecía dibujando.
Después de muchos años sin verle hemos compartido recuerdos y cariño hace poco, y charlando con mi amigo me ha vuelto a demostrar que veía mucho mejor que todos los niños que le rodeábamos. Las personas invidentes y las que ven se sirven de muchos recursos similares cuando representan en dibujos esquemáticos los objetos de su ambiente.
Dibujar es un acto físico, y a pesar de la ceguera, el tacto, el oído, el olfato y –especialmente- el gusto, son sentidos que no todos tenemos igual de desarrollados.
Si pensamos en dibujar como trazos o como copias del mundo visible, dibujamos solo lo que vemos. Copiamos. Intentamos repetir la realidad de los que observamos. No dibujamos aromas, ni olores, ni mucho menos sonidos, y hasta no tener un alumno invidente –no supe verlo– llegué a pensar que los ciegos tenían muy poco interés por las imágenes, o escaso talento para crearlas.
Emilio lo que hacía era reflejar en papel su imaginación infantil y su sentido del tacto, disfrutando enormemente al sentir en la yema de sus dedos el carboncillo del lápiz, el sonido rugoso, el olor al pedacito de madera, y ni que decir tiene meter los dedos en las acuarelas, témperas, gomas… los demás al mancharnos nos llevábamos un buen coscorrón, y Emilio ¡disfrutándolo!. Los ciegos no interpretan los símbolos que comúnmente utilizamos los videntes, sino los conceptos y la realidad con la que sienten el mundo que les rodea con el resto de sus sentidos. Fascinante. Dibujos diseñados directamente de la mente.
¿Los ciegos pueden diseñar?. Al principio es muy incomodo.
Probad ahora. Intentad dibujar con los ojos cerrados. No son “apuntes del natural”, sino pura creatividad, y esfuerzo, y mucha imaginación, pero claro que es posible. Hay que usar el tacto y coordinar el movimiento de las manos. Con la práctica –invidente o no- cuando queremos dibujar algo todos nos enfrentamos a un fondo blanco, vacío, y lo que es realmente increíble es ver los dibujos de un invidente retratando a las personas que quiere, o a su perro, o su casa… en estado puro.
Emilio dibujaba su mascota mezclando sentidos: la cabeza, como cuando acariciaba, mediante un circulo “con pelos”, triángulos como orejas, patas y cola lineales (sin volumen), en cambio su forma de un coche obviamente no tenía perfil –ni luces- pero si rectángulos como puertas, volante, una grannnn bocina, y un volante circular. Dibujaba las cosas importantes para él. Impresionaba verlo.
Lo mejor de todo eran los “retratos”, siempre comenzaban por la cara, bajando después para orientar su “dibujo”, y como siempre -los invidentes no pintan formas, sino conceptos- ojos círculos, nariz triangulo, dientes puntas. ¡Para que demonios sirve el color!. La imaginación al poder, conceptos de manera intuitiva como lo hacen la mayoría de los niños pequeños, ciegos o no.
¿Cómo interpretar los sueños, y los pensamientos, de alguien que nunca ha podido ver?.
Sobre todo niños. Esa pregunta, y la desoladora comprobación que los libros de texto en Braille nunca poseen dibujos obligaban a buscar soluciones. La mente –la parte onírica- es igual para todos, de modo que los ciegos a buen seguro podrían realizar representaciones pictóricas iguales que los demás. Pero ¿con qué materiales?. La solución se encontró usando gomas de caucho sobre las que, al colocar un papel, los trazos dibujados quedaban en relieve.
Mediante la aprobación de un proyecto por la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) en 1989, se puso en marcha un trabajo de investigación, que consistía en enseñar a un grupo de niños ciegos a dibujar (grupo experimental) y comparar sus resultados con otro grupo de niños ciegos no sometido a este proceso de aprendizaje (grupo control). Para la realización de este trabajo, fueron elegidos como sujetos experimentales todos aquellos niños y niñas ciegos, escolarizados en escuelas ordinarias de Madrid y Barcelona, que cumplieron las siguientes condiciones: niños ciegos totales o que tuvieran una leve percepción de luz, de edades comprendidas entre 6 y 9 años y que no presentaran problemas de índole físicas ni psicológica. Igualmente, se requería que los niños utilizasen técnicas de lectura y escritura Braille y poseyeran habilidades, destrezas manipulativas y capacidades cognitivas correspondientes a su tramo de edad. Diecinueve niñas y niños ciegos conformaron el grupo que reunían estas características y otros 19 el grupo control. Al comparar los dibujos iniciales con los finales, realizados después del aprendizaje, los resultados fueron sorprendentes:
Los niños ciegos pueden realizar dibujos al igual que sus pares videntes, siempre y cuando sean sometidos a una misma situación de aprendizaje.
El método de enseñanza del dibujo referido resulta útil para el aprendizaje del dibujo.
Si los niños ciegos recibiesen enseñanzas de dibujo a partir del año y medio, o 2 años, como sus pares videntes, la calidad de los dibujos no sería muy diferente.
Las imágenes mentales de los niños ciegos, plasmadas mediante dibujos, no difieren significativamente de las de sus pares videntes.
Muchos maestros enseñan a sus alumnos ciegos a dibujar. Empieza a ser una práctica habitual. Algunos manifiestan que los niños ciegos mejoran a su vez en organización espacial y les ayuda en el proceso de aprendizaje de materias escolares, además de favorecer su socialización al realizar junto a sus compañeros videntes una actividad en la que antes no participaban. El dibujo en las primeras etapas del desarrollo es uno de los ejes vertebradores de la mayoría de las prácticas escolares. Al potenciar esta actividad se le ofrece al niño un medio de expresión de emociones, de descarga de tensiones y de manifestación de fantasía y de creatividad.